…a punto de fundirme con el asfalto se me ocurrió darle al REC de video de la Blackberry, la cual cito sin orgullo teniendo en cuenta que el nombre salió de un ingenioso que quiso burlarse de todos y seguramente de sí mismo haciendo referencia a las antiguas bolas de hierro que amarraban a los esclavos.
Parece que el momento REC ha sido milagroso. De repente me estimula más coger el metro hacia un nuevo siniestro, y no es por el interés que provocan en mí las grietas y roturas de tubería, sino por conseguir una nueva toma con que jugar en mi Mac al llegar a casa.
No es cine, pero se le parece. He registrado las voces de músicos anónimos que suben y bajan de los vagones que me llevan por el subsuelo de Madrid. Locos que se salen por la tangente y ponen una sonrisa a sus ocho horas de jornada laboral, una sonrisa que ando buscando en los viajeros y no encuentro; no se sorprenden ni hacen esfuerzos por hacer diferente el trayecto de Diego de León a Sáinz de Baranda que hacen día tras día, año tras año. También he robado la voz de una señorita que nos informa de las paradas y que a saber cómo sea ella, pero suena bien. Y el ruido de los gusanos mecánicos cuando asoman por el túnel y se acercan. Cuando se cruzan dos, me resulta inevitable imaginarme a la Karenina tirándose a las vías por detestar o amar demasiado, seguramente sea lo mismo.
Entre viaje y viaje, unas fotos. Derribos que descubren las entrañas de los edificios. Tuberías oxidadas que llevan años escondidas a sus anchas y ahora las descubren porque se han declarado en huelga dejando de marcarle el paso al agua, que es indomable y caprichosa y se ha escapado a la primera de cambio. O mis preferidas, las grietas. El edificio respira, se dilata, se despereza, y todo porque no soporta ser edificio, no soporta estar anclado al suelo por unos cimientos que pesan demasiado para salir caminando. Pero es rebelde y no pierde la fe de convertirse algún día en cohete, aunque cada pequeño movimiento le cueste una herida que sangra yeso y escupe la pintura mentirosa que pretende esconder el paso del tiempo por sus muros.
Alharaca, que es bicéfala, ha perdido las cabezas porque andan entretenidas por las casas vendiendo filtros de agua y analizando cohetes desubicados. Alharaca, movimiento en árabe, nos grita al oído cada día con más fuerza que sólo existe el presente y estamos obligadas a vivirlo intensamente intentando tocar el cielo cada minuto. Desde aquí vamos a respetar a todo aquel que prefiera colorearse en gris para confundirse con las piedras, pero nosotras buscaremos el púrpura aunque sea en la Patagonia.
...para ver el video: http://www.facebook.com/video/video.php?v=2126558237260
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