EL DUENDE CAPRICHOSO desde Alharaca por Inma Olmos

La magia es una energía especial, es el duende. El actor puede tenerla frente a la cámara, con otros actores y con el director , y cuando ocurre, no cabe duda que contagia al público.
Se dice que un actor gusta o no gusta a la cámara, aunque bien es verdad que algunos ni ganan ni pierden y también es cierto que se puede aprender a seducirla, pero hay un componente extrasensorial, irracional, un misterio; ese don que tienen sólo unos privilegiados que cuando aparecen en pantalla no puedes dejar de mirarlos.
Lo mismo ocurre cuando entre los actores hay química, todo cobra otra dimensión por ser fácil, natural, especial y con un gran poder de atracción.
Evidentemente cuando dos actores se conocen existe una complicidad que puede servir de mucha ayuda, pero no estoy hablando de eso, estoy hablando de algo intangible y que muchas veces es más potente entre actores que no tienen ninguna relación personal.
Mi personaje en Muñecas comparte trama con la protagonista, interpretada por Mabel del Pozo. Hemos tenido mucho feeling, todo ha sido muy cómodo, un viaje espectacular.
Construímos la relación con improvisaciones, músicas y ejercicicios para trabajar y pontenciar los vínculos especiales entre las dos. Fluíamos de una manera alucinante, y eso es lo que yo llamo química actoral.
Mabel y Jose, otro actor de Muñecas, son amigos, y esta cercanía la traducían en escena al instante. En cambio, Wanda y Ainhoa, funcionaron sin conocerse previamente, aunque cuando actuaban parecía que se conocieran de toda la vida.
Cuando existe esta magia, los actores vuelan y nos hacen volar a todos.
Cuando dos actores no fluyen, canta la traviata, hay una pared que todos podemos ver y es tan incómodo para ellos como para nosotros. A veces ocurre hasta con los que tienen una estrecha relación.
Esto de la química también ocurre entre director y actor. Estos tienen que caminar juntos de la mano y buscar en la misma dirección, sorprenderse mutuamente y encontrar ese camino que les llevará finalmente a la película, y para que esto exista tiene que haber un entendimiento y un feeling porque sino hay desconfianza y distancia, y esto lo nota la cámara y todos.
En Muñecas la dirección y el actor han ido de la mano y hemos volado tan alto que aún no hemos bajado. Con Mabel al final no hacía falta casi ni hablar, con sólo mirarnos ya nos entendíamos, también es verdad que la intuición e inteligencia emocional de esta actriz es impresionante y nuestra complicidad con ella era muy a lo bestia.
Carlota y yo en las dos películas que llevamos rodadas hemos sacado varias conclusiones. En el futuro cuando encontremos a los actores adecuados para nuestros personajes, pasaremos a tomar un vino y hablar de la vida. El segundo paso será enamorarnos mutuamente y que todos nuestros actores tengan química entre ellos, pues para nosotras es lo más importante.
Cuando todo esto se dé, estaremos preparados para el siguiente vuelo.
 


 

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